miércoles, 7 de octubre de 2009

ESTRELLA ROJAS (5)


Era la figura esperada, la gran atracción de la reunión. Algunos habían visto su rostro en los diarios o en la televisión. Casi todos sabían que lo acompañaba un aura de respeto, veneración o temor. Se decía de él que era el más inteligente, otros lo sindicaban como el estratega frío y calculador, ninguno le conocía coraje o arrojo. Tal vez no había tenido oportunidad para probarlo.


Los compañeros de la organización habían llegado con suficiente anticipación para ocuparse de la seguridad. No disimulaban nada. Las manos en jarra dejaban expuestas pistolas listas para desenfundar. Si era descuido o provocación sólo ellos lo sabían pero sin dudas sus desplazamientos, su jerga, su indumentaria, todo desentonaba en esa reunión de chacareros que sin ser inocentes al menos eran apáticos por la política. Querían sí líneas de crédito blandas, también mejora de precios para los cereales, si era posible. Pero de reforma agraria no conocían mucho y lo poco que sabían los espantaba. Entre ellos el productor Juan Salort.


Esa mañana del 10 de agosto, las 4 cuadras que unían el bulevar con la plaza centenario, por calle Buenos Aires, se habían poblado de jeeps gladiador, estancieras y las clásicas ford y dodge. La temperatura que apenas pasaba los 0 grados seguramente había obligado a usar cebador para arrancar esos motores labriegos. Ahora, el tibio sol del mediodía, los cobijaba en la más céntrica de las calles de esta Villa María.


Los aplausos que se imponían no dejaban opción. Había que sacar las manos de los gamulanes recién adquiridos en Casa Baravalle o Los Vascos y aplaudir. El locutor nombra, a voz en cuello, a los dirigentes de la Federación Agraria. Luego de una pausa, toma aire, levanta la mano izquierda y grita el nombre tan esperado: Mario Eduardo Firmenich. Don Juan Salort lo recordaría en el frío cuartel de la Fábrica Militar dos días después, mientras por la ventana veía cómo bailaban a los colimbas.

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