viernes, 30 de octubre de 2009

URANI OH!

Ya sea en verano por el uso de los acondicionadores de aire o en inverno por el encendido de calefactores o por el crecimiento de la actividad económica, el aumento de la demanda de energía pone siempre a los argentinos al borde de la crisis. El inconveniente se resolvería con el correspondiente incremento de la capacidad energética pero allí aparecen nuevos problemas.

La producción de energía a bajo costo, sin contaminación y preservando los recursos de la naturaleza parece un imposible. O al menos eso se desprende de la discusión bizantina que mantienen los actores sociales vinculados con el tema al que además se agregan factores tales como los modelos de producción, la existencia y aplicación de tecnología para el control de residuos y hasta la política de seguridad nacional.

En Argentina, cerca del 10 por ciento de la energía eléctrica que se consume tiene su origen en los reactores de las centrales nucleares de Embalse y Atucha I. Pero el gobierno anunció que el año próximo se pondrá en actividad la central Atucha II y analiza la factibilidad de instalar una cuarta planta en el marco del Plan Nuclear Argentino. La señal es que la energía nuclear seguirá usándose y de modo más amplio.

Ocurre que el combustible de estos reactores es el uranio, un metal abundante en la tierra pero también muy tóxico que además se emplea en la fabricación de armas de destrucción masiva. Aquí es donde cobran sonoridad voces que se oponen a su utilización.

Las organizaciones ambientalistas objetan que las autoridades insistan con la energía nuclear conociéndose los altos riesgos que implican para la salud humana sus residuos. En esa línea, el magíster en Evaluación de Impacto Ambiental, Luis Tuninetti, propone optar por el uso de fuentes de energía limpias como la solar, la eólica o la de hidrógeno.

Dioxitek, la industria química proveedora de ese uranio y el propio presidente de la Autoridad Reguladora Nuclear, Dr. Raúl Racana, aseguran que no existen posibilidades de contaminación radioactiva si se emplean los avances tecnológicos de control a la vez que destacan lo conveniente que resulta la energía nuclear, incluso para preservar recursos no renovables.

Sin embargo Tuninetti, quien además preside la ONG Ecositio, señaló que esos avances, al menos en Argentina, no son utilizados y puso como ejemplo las malas condiciones ambientales en que quedaron las minas de Los Gigantes, Sierra Pintada y Malargüe, entre otras, cuando dejaron de ser explotadas. Además se preguntó por qué se insiste con tecnología peligrosa si no se sabe qué hacer con los residuos.

En ese sentido, desde la ARN argumentan que una sola pastilla de uranio es capaz de generar la energía equivalente a 565 litros de petróleo, 810 kilogramos de carbón ó 480 m3 de gas natural pero a los ecologistas esta ecuación no los convence.

“A mi eso no me interesa porque hay cálculos que faltan. La energía nuclear es la más cara que existe pero ellos nunca incluyen en sus números el tema de los residuos nucleares, eso es más caro que la planta misma” afirma Tuninetti.

Respecto del uranio natural que procesan en Dioxitek, las autoridades se apuran a explicar que se trata de material con baja actividad específica y precisan que el uranio adquiere peligrosidad cuando es residuo luego de su utilización en los reactores nucleares.

“El tratamiento de todos esos residuos se controla de modo obsesivo” afirma Racana a la vez que advierte que la única contaminación que existe es la de la palabra uranio por lo que hace una última recomendación:“hay que desideologizar la discusión para que podamos entendernos.”

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